lunes, 15 de enero de 2007

Hacia un mejor Calendario

Este fin de año me reencontré con un excelente libro de Isaac Asimov que había leído en una biblioteca publica mientras estudiaba ingeniería. El libro es “De los números y su historia” (”Asimov on numbers”). Esta fascinante colección de ensayos cubre un amplio espectro de temas, todos relacionados con los números: desde la invención del cero, el sistema posicional, pasando por el significado de infinito y cuantos infinitos hay, hasta la longevidad de Matusalén.

Uno de los ensayos, “Los días de nuestros años” resume magistralmente la evolución del calendario, desde su nacimiento cuando los nómadas se hicieron agricultores y comenzó a importarles la determinación exacta del comienzo de las estaciones.

Los primeros calendarios de los que se tiene registro se basaban en los ciclos lunares, correspondiendo cada mes a la duración de un ciclo. Sin embargo, los meses lunares duran aproximadamente veintinueve días y medio. Así que el primer ajuste al calendario lunar fue intercalar meses de veintinueve y treinta días para mantener en sincronía el inicio del mes con la luna nueva.

El otro problema con los meses lunares es que no hay un numero entero de ellos en un año. Doce meses lunares hacen solo 354 días y no los 365 días que dura el año solar. De usar un calendario lunar de doce meses, cada año la llegada de las estaciones se atrasaría en once días!

La solución inventada por los babilonios y esparcida en toda su área de influencia, incluyendo Roma, fue intercalar años de trece meses cada cierto tiempo para mantener sincronizado el calendario lunar con el solar.

Posteriormente, la influencia egipcia dominó la forma de medir el paso de los años en occidente. Para los egipcios era de mayor importancia que la luna, las periódicas crecidas del nilo, cada 365 días. Por esta razón hicieron un calendario solar de doce meses de 30 días mas cinco días feriados para completar el ciclo. Con algunas variaciones, este fue el sistema que se propago en occidente.

Sin embargo, el sistema tiene una inexactitud. El giro de la tierra al rededor del sol no se hace exactamente en 365 días, sino que toma 365 y seis horas. Esta es la razón por la cual se agrega cada cuatro años un día al año, para compensar las veinticuatro horas acumuladas que dejaron de contarse en los años anteriores.

Pero… en realidad el año no dura 365 días y seis hora. Mas bien dura 365 días, cinco horas y 48 minutos (con cuarenta y seis segundos, pero ignoremos los por ahora) razón por la cual cada años la tierra se retrasa respecto al calendario en 12 minutos. Al pasar 120 años la tierra estaría un día retrasada respecto al calendario. Una forma de solucionarlo es omitiendo el día sobrante de un año bisiesto cada 120 años.

Sin embargo, la comisión encargada por el papa Gregorio XIII para solucionar el problema halló una solución mas elegante: eliminar los años bisiestos que sean múltiplos de cien, salvo los que sean múltiplos de 400. Con esto las excepciones a los años bisiestos se dan solo en múltiplos de cien en vez de ciento veinte.

Ahora, nuestro calendario actual, aunque extremadamente preciso en mantener sincronía con el ciclo solar, presenta un problema mas humano que astronómico. El problema esta en la otra unidad de agrupamiento de los días que aun no hemos considerado: la semana. Una semana tiene 7 días y este numero no es múltiplo de ninguna de las divisiones de tiempo que hemos considerado previamente: 365 o 366 días del año, o los 29, 30 y 31 días de los meses. En pocas palabras, no es un calendario perpetuo. Esto es un problema ya que los comienzos de año y mes no tienen regularidad: cada año se corre el día de inicio de la semana en uno o dos días; cada mes comienza en días diferentes y contiene un numero variable de semanas. Esto dificulta las conversiones entre unidades: cuantas semanas hay en cinco meses? cuantas semanas hay en tres años?

Existen varias alternativas a nuestro calendario que ofrecen la solución a varios de esos problemas.

El Calendario Mundial es una hermosa alternativa que ofrece un calendario perpetuo con trimestres regulares. Su particularidad es tener cada fin de año un día, el día mundial, el cual no forma parte de ninguna semana. De la misma forma, se agrega entre el segundo y tercer trimestre un día fuera de semana en cada año bisiesto.

El Calendario Internacional es muy parecido al calendario mundial, siendo también perpetuo y ofreciendo uno o dos días que no pertenecen a ninguna semana o mes. La diferencia estriba en que el año posee trece meses de veintiocho semana. Todos los meses en el calendario Internacional comienzan y terminan en el mismo día de semana.

Sin embargo, estas opciones que implican tener días que no pertenecen a ninguna semana o mes disgusta a las personas que por motivos religiosos cumplen con un día de descanso cada siete. Por esta razón surgieron alternativas que preservan la secuencia de los días de semana. Para ello se establecen años de 364 días y periódicamente se agrega una semana adicional a algún mes para compensar los días perdidos.

El calendario Simetria454 por ejemplo, consta de trimestres regulares con meses de cuatro, cinco y cuatro semanas. En los años bisiestos se agrega una semana a diciembre.

El calendario de la Nueva Tierra tiene trece meses de 28 días, salvo en los años bisiestos (que ocurren cada cinco años, con algunas excepciones) en los que se agrega una semana a diciembre.

Otros elementos en las propuestas son el día de inicio de la semana (entre domingo o lunes) y la elección de un año cero común. En particular, judíos, cristianos y musulmanes comienzan a contar los años de acuerdo a eventos relevantes en cada una de sus religiones. Una posibilidad organizadora y neutral seria iniciar el conteo unos quinientos años antes del primer documento escrito del que se tenga noticia. Así, todo hecho histórico tendrá una fecha positiva, y se tendrá suficiente holgura en caso de descubrir nuevos documentos históricos.

En cualquier caso, lo que quiero ilustrar es como un pequeño cambio en las convenciones puede ofrecer una serie de beneficios. Con un calendario perpetuo no seria necesario la planificación anual de actividades, los indicadores económicos serian comparados entre periodos idénticos de tiempo… Puede que estos sean beneficios modestos, pero también lo es el costo del cambio.

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